En el bicentenario de la obra más importante de Darwin, no cabe sino hacer un esfuerzo, desde el club de lectura, por comprender las profundas implicaciones a todos los niveles de la vida, de la formulación de una teoría que cambió, para siempre, la concepción de nosotros mismos y de aquello que nos rodea. Aceptando este ejercicio de comprensión, me he propuesto el más difícil todavía, hacer una lectura evolutiva de un libro sobre espiritualidad.
Entre la amplia gama de contenidos profundamente humanos que trata Siddharta, quizás sea, el valor de las imperfecciones humanas, la que pueda erigirse como hilo conductor de toda la obra. Es la búsqueda de la perfección el detonante que hace al protagonista iniciar su viaje vital a través de los laberínticos caminos de la espiritualidad, la religiosidad, los negocios, el amor y el sexo. En todas esas experiencias encontramos un esquema parecido: Atracción por la aparente excelencia de tales actividades, puesta en práctica y pericia, rozando la perfección, en su praxis y desengaño al comprobar que la perfección no es la fuente de la felicidad. La moraleja final está servida: La felicidad no se encuentra en la perfección. Nuestro protagonista solamente alcanza la felicidad cuando acepta sus imperfecciones y firma la paz con las del mundo.
La evolución, postulada por Darwin, nos hace víctimas de los mismos principios, somos, permítanme el símil, una casa reformada, vaya usted a saber cuantas veces, durante más de 3500 millones de años. Esto nos hace animales esencialmente imperfectos que, sin embargo, muestran una gran eficacia en según que empresas, y aun somos capaces de sorprendernos a nosotros mismos. Hay numerosas pruebas de nuestra imperfección debidas a nuestro pasado evolutivo; nuestros ojos y su punto ciego debido a que el haz de neuronas que transmiten las señales luminosas al cerebro, se encuentra en la parte contraria a la que un diseñador inteligente la habría puesto, El hipo, molesto problema relacionado con nuestro pasado como anfibios, y el riesgo de atragantamiento, como resultado de nuestro desarrollo del órgano que nos permite la capacidad de hablar.
La posición del aparato fonador en nuestra especie, que está situado en una situación muy abajo del cuello con respecto de otros mamíferos, nos permitió hablar y desarrollar el lenguaje extremadamente diverso que actualmente nos convierte en unas de las especies sociales más complejas, esto nos costó unas vías aéreas más largas que aumentan la posibilidad de atragantamiento, un problema que nos puede acarrear la muerte. ¿Merece la pena?.
Siddharta ataca frontalmente a las palabras, dice que son un medio de comunicación útil pero incompleto, que no describe la verdadera esencia de las cosas. La evolución nos enseña que el órgano que nos sirve para articular las palabras es también imperfecto, y esta imperfección nos puede costar la vida. A pesar de ello los poetas buscan la belleza y perfección en las palabras, y los lectores buscamos un rinconcito de felicidad en ellas.
Tanto la evolución como Siddharta llegan a la misma conclusión: somos esencialmente imperfectos, tan sólo nos queda aceptarlo y ser felices.
Ernesto.