Mattia y Alice, sufren sendas experiencias traumáticas en la infancia, se conocen en la adolescencia y son los únicos capaces de aceptarse mutuamente las “Rarezas”. Parecen hechos el uno para el otro pero el destino… ¿el destino?... a pesar de todo, les depara caminos diferentes.
Paolo Giordano nos relata, de forma simple y amena, las relaciones de Matia y Alice, entre ellos y con el mundo que les rodea:
Dos seres próximos pero incapaces de estar juntos, ambos habitan el mundo, pero desde fuera, como si no formaran parte de él. Una relación que se adentra en la profunda complejidad de la soledad: se puede ser pobre teniendo dinero, se puede estar solo rodeado de gente, se puede amar profundamente y ser incapaz de convivir con la persona amada. Los límites a la felicidad, en ocasiones, tan solo existen dentro de nosotros.
Un cuento moral, sin moraleja. Plagado de finales abiertos y de efectos a los que hay que poner causa. Donde cae sobre el lector la responsabilidad de sacar sus propias conclusiones, y cuya interpretación, cambia de un estado de ánimo a otro, como de color la piel del camaleón qué, a pesar de todo, permanecerá, solo, inmóvil, en su rama, esperando la oportunidad de asir un pedazo de la vida que le rodea.
Ernesto.
Paolo Giordano nos relata, de forma simple y amena, las relaciones de Matia y Alice, entre ellos y con el mundo que les rodea:
Dos seres próximos pero incapaces de estar juntos, ambos habitan el mundo, pero desde fuera, como si no formaran parte de él. Una relación que se adentra en la profunda complejidad de la soledad: se puede ser pobre teniendo dinero, se puede estar solo rodeado de gente, se puede amar profundamente y ser incapaz de convivir con la persona amada. Los límites a la felicidad, en ocasiones, tan solo existen dentro de nosotros.
Un cuento moral, sin moraleja. Plagado de finales abiertos y de efectos a los que hay que poner causa. Donde cae sobre el lector la responsabilidad de sacar sus propias conclusiones, y cuya interpretación, cambia de un estado de ánimo a otro, como de color la piel del camaleón qué, a pesar de todo, permanecerá, solo, inmóvil, en su rama, esperando la oportunidad de asir un pedazo de la vida que le rodea.
Ernesto.
