Una gran metáfora sobre la condición humana, las miserias de nuestros impulsos, y la lucha, más que por la felicidad, por la paz de espíritu, continuamente atormentada por nuestras faltas.
La iguana es la gran metáfora, cazada y atada (=nacida) contra su voluntad sin otra misión que esperar la muerte, mientras se revuelve contra su sino. La cuerda que la retiene, la realidad; su instinto de libertad, los sueños. El resto de la obra, simplemente matices (Un cura expulsado, un poeta, una pintora, una viuda empresaria, una alegre quinceañera) la misma frase con distinto color, todos quieren y no pueden.
La iguana no cree en ángeles liberadores que corten la soga, tampoco los precisa. Al final, dos pobres diablos pueden redimirse mutuamente, convertir la tormenta en calma y mirar un poco más allá que las propias miserias…
Pero sin prisas, realizar un gran sueño (cuanto me recuerda el final del poeta al del Jasón mitológico) puede, no significar otra cosa, que sentarse a esperar la muerte.
Ernesto.